Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley
Abrazamos una querida angustia o añoramos nuestra zozobra; es indiferente: pues sea pena o alegría, el camino de su olvido permanece siempre abierto. El hombre de ayer jamás puede ser igual al de mañana; nada es demasiado duradero sino la propia mutabilidad.
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