Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley
Le confesé mi anhelo de hallar un amigo, la necesidad que experimentaba de simpatizar con un espíritu más próximo al mío que de todos aquellos a quienes había conocido. Le expuse mi convencimiento de que un hombre no puede pretender ser feliz -por pequeña que sea su felicidad- mientras no goce de una bendición semejante.
|