La filosofía en el tocador de Marqués de Sade
¡Ah, renuncia a las virtudes, Eugenia! ¿Acaso hay algún sacrificio a esas falsas divinidades que equivalga a un minuto de los placeres que depara el ultrajarlas? Bah, la virtud no es más que una quimera cuyo culto sólo consiste en perpetuas inmolaciones, en incontables rebeliones contra las inspiraciones del temperamento. ¿Pueden ser naturales tales movimientos? ¿Puede la naturaleza aconsejar un comportamiento que la ofende?
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