La casa de los niños de Mario Escobar
La gente en el campamento iba cada noche a una obra de teatro o una revista, parecían hipnotizados por sus propios deseos de vivir. No es nada nuevo, todos intentamos olvidar la muerte con los cantos de sirena de la alegría vocinglera de la fiesta, el placer o el dinero, aunque al final a todos nos termina alcanzando. Nadie puede vencerla. Por eso es mejor acostumbrarse a ella, pero a nuestros contemporáneos se les ha enseñado a negar su existencia, como si fuera un fantasma inventado en una noche fría de invierno.
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