Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez
A mi marido no le gustaba Natalia. No le parecía atractiva físicamente, lo que era casi una locura de su parte: yo nunca había visto una mujer tan hermosa como ella. Pero, además, él la despreciaba porque Natalia tiraba las cartas, sabía de remedios caseros y, sobre todo, se comunicaba con espíritus.
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