En manos de Gea de María Romero Pérez
Entre el caos, nadie se dio cuenta de lo mucho que estaba temblando el planeta rojo. Marte no pudo evitar romperse nada más oír el primer sollozo de una Tierra de la que llevaba incontables años enamorado. Sosteniendo ese fragmento de materia que contenía mucha pena y poco deseo de destrucción, se sintió más pequeño que de costumbre ante la atenta mirada de unos astros que comenzaban a enfadarse.
|