EMBRUJO DE ESPINAS de Margaret Rogerson
Porque las bibliotecas no contenían libros corrientes, sino conocimiento al que se había insuflado vida. Sabiduría a la que se había dado voz. Cantaban cuando la luz de las estrellas entraba a través de las ventanas. Sentían dolor y sufrían. A veces eran siniestros y grotescos, pero también lo era el mundo exterior. Y eso no lo hacía menos merecedor de luchar por él, porque, allá donde había oscuridad, también había luz.
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