A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Una franja de cielo rojo encima del mar compacto y perfilado como gelatina de carne, y luego, de repente, sobre el mar ya frío y azul como el pez llamado mújol, el cielo del mismo rosa que uno de aquellos salmones que dentro de un rato habían de servirnos en Rivebelle reavivaban el placer que iba a tener mientras me vestía de frac para salir a cenar.
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