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A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
Pero si a Gilberte le preguntaban qué había estado haciendo, entonces en esos mismos ojos se vería el azoramiento, la incertidumbre, el disimulo y la tristeza de Odette cuando, en otro tiempo, Swann le preguntaba a dónde había ido, y ella le daba una de aquellas respuestas mendaces que desesperaban al amante y ahora le hacían cambiar bruscamente de conversación como marido indiferente y discreto.
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