A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust
existe cierta semejanza, aunque siempre en evolución, entre las mujeres que amamos sucesivamente, semejanza que proviene de la fijeza de nuestro temperamento por ser él quien las elige, eliminando todas aquellas que para nosotros no serían opuestas y complementarias a la vez para nosotros, es decir adecuadas para satisfacer nuestros sentidos y hacer sufrir a nuestro corazón. Son estas mujeres un producto de nuestro temperamento, una imagen, una proyección invertida, un «negativo» de nuestra sensibilidad
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