Marçal Aquino y
Nicolás Ferraro proponen desde sus textos una exploración de la novela negra, intentando pensarla como una literatura de dramas criminales o historias de gente desesperada. Abordan la marginalidad, la violencia -y su potencialidad- como cerco y consecuencia y no como algo glamoroso, y al mismo tiempo, sus historias ambientadas en la frontera proponen un nuevo escenario para el género negro, alejado de la ciudad.