Apocalipsis Z. El principio del fin de Manel Loureiro
Tras tantos meses de aislamiento y mutismo, tras tanto estrés y peligro, habíamos aprendido a comprender dolorosamente el valor del silencio. Habíamos descubierto que había cosas que no era necesario pronunciar en voz alta para ser conscientes de su existencia. Y la presencia de otro ser vivo al lado era una de ellas. Ambos estábamos gozando de aquella experiencia redescubierta, de una manera tan intensa, que pensábamos (al menos yo lo pensaba), que hablar podría romper el hechizo.
|