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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
Yo no tengo poder, Eterna, para que tu deseo se haga: y aun es mucho haberte hablado y ahora mismo nunca jamás volverás a estar en mi pensamiento. El dolor mío por ti en este instante ocupó mi alma un minuto; sólo tú pudieras lograrlo: nada fuera de Ella, tú misma tampoco, volverá nunca a entrar en mi espíritu.
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