Macedonio Fernández
Todo esto lo he dicho para presentar a una persona que me honra opinando como yo: ella no toca el piano si no hablan, yo no puedo escribir si no pienso. Opino como esta señora: o me dejan pensar o no prosigo.
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Calificación promedio: 5 (sobre 9 calificaciones)
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Macedonio Fernández
Todo esto lo he dicho para presentar a una persona que me honra opinando como yo: ella no toca el piano si no hablan, yo no puedo escribir si no pienso. Opino como esta señora: o me dejan pensar o no prosigo.
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Una novela que comienza de Macedonio Fernández
Conozco a una mujer. ¿Conozco a una mujer? Sí: conozco una mujer joven, bella, amorosa, generosa, consolida, desventurada, trágicamente sellada en la existencia, con su soñar robado a los dieciocho años, cuyo heroísmo de secreto excede tanto al de todo hombre que desde que me crucé con ella en la luz del camino no puedo llamar secreto ni valeroso a hombre alguno. Más aún: desde que ella latió en mi luz todo hombre me parece una maquinilla de vivir, un algo, esto, aquello, alguna cosa.
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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
[...] descenderá fresca de muerte, no resucitada, sino renacida, sonriente como partió y con apenas un solo ayer de su ausencia de años.
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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
El consagrado futuro literario que no cree en, ni estima, otra posteridad que la noche para cada día, no habrá sentido la urgencia que padecían antes los autores de escribir pronto para tener pronto posteridad juzgante: con la velocidad alcanzada hoy por la posteridad el artista le sobrevive y al día siguiente sabe si debe o no escribir mejor o si ya lo ha hecho tan bien que debe contenerse en la perfección de escribir. O si ya no le queda más carrera literaria que la más difícil, la del lector. La facilidad actual de escribir hace la escasez de o leíble y hasta ha suprimido la injuriosa necesidad de que haya lectores: se escribe por fruición de arte y a lo sumo para conocer opinión de la crítica.
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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
Sígueme, pues, lector: yo busco "una" eternidad que aún no se buscó, aunque tan fuerte como en mí hubo el Deseo en otros faltó la esperanza y la noción de un camino. Hay en muchos, quizás en todos, la certeza de un eterno existir personal, pero nadie creyó que la figura humana personal misma pudiera ser retenida eterna por el amor. Y sin esta permanencia corporal cada uno sólo conocería el eterno existir de sí mismo, existir que ni eterno ni pasajero vale nada, un minuto o mil siglos ningún sentido tienen. |
Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
Además, el hombre es muy poca cosa, tiene muy poco tiempo y fuerzas para pensar; aun el raro hombre que pudo dedicar alguna holgura para pensar y que llamamos sabio y genio, está abrumado de enredos menudos o grandes que exigen aun al más favorecido de ocio un 30% de sus fuerzas musculares y atencionales, además de paciencias agotadoras para el sufrimiento. Por esto "sabios" y "genios" son una condescendencia de comparación con los muy musculares, que en parte no están obligados al saber [...]
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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
cesa: el amor, el Recuerdo quedan en ambos y, aun más lacerante, la certeza del existir ocultando de uno y otro, sin esperanza de Noticia y Reconocimiento. Espero que el Hombre de Suprema Desventura se dé, solo, a la certeza de eterna existencia de la amada, la que sólo podemos tener por permanencia, eternidad tanto de la figura espiritual como de la figura física personal. Pero, también, asumo el compromiso de seguir buscando esa certeza para otros. |
Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
Todo lo que son tristes sus ojos es alto mi ser, mi ser de espera. Y el instante pasa. Mas de una vez, y lo haré, había que hendir esa sombra, que no volverá más. |
Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
Yo no tengo poder, Eterna, para que tu deseo se haga: y aun es mucho haberte hablado y ahora mismo nunca jamás volverás a estar en mi pensamiento. El dolor mío por ti en este instante ocupó mi alma un minuto; sólo tú pudieras lograrlo: nada fuera de Ella, tú misma tampoco, volverá nunca a entrar en mi espíritu.
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Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández
[...] deberíamos vivir a media luz y a media acción, a media vigilia, sin reconocer por entero los sucesos y estados, pues fuera de la pasión la probabilidad es de prevalencia del sufrimiento; el ensueño que rememoro es fórmula del estado de media inadmisión de toda certeza y efectividad.
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¿Con qué frase empieza esta novela?