Ana y la casa de sus sueños de Lucy Maud Montgomery
—¡A quién se le ocurre pasar hambre por un perro que no vale nada! —rezongó la señora del doctor. —Usted no lo sabe, pero ese perro podría valer mucho para alguien —protestó el Capitán Jim—. No parecía de mucho valor, pero uno no puede fijarse en el aspecto cuando se trata de juzgar a un perro. Como yo, podría ser una belleza por dentro. A Primer Oficial no le gustó, debo reconocerlo. Su enfado fue tremendo. Pero Primer Oficial es muy suspicaz. No tiene sentido pedirle a un gato su opinión sobre un perro. Sea como fuere, perdí mi comida, así que esta mesa bien servida, con esta encantadora compañía, es realmente muy agradable. Es una gran cosa tener buenos vecinos.
|