Bruma roja de Lucía G. Sobrado
Con el abrazo de la luna, las sombras se desdibujan y sus contornos se confunden, unas con otras mezcladas al amparo de la oscuridad. Es entonces cuando la bestia calla y duerme, cuando encuentro la paz que me mantiene al límite de la cordura. Sin embargo, domar a una bestia a la luz del sol, cuando las formas pasan a ser nítidas y la realidad se convierte en algo palpable, tangible, ineludible, cuando ver lo que te rodea es tan sencillo como parpadear, requiere de una voluntad que hace tiempo que yace muerta a mis pies.
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