Mujercitas (Clásicos Ilustrados) de Louisa May Alcott
[...] —Alzó la mano sobre el brazo de la butaca, señaló el índice endurecido de Meg, una quemadura en el dorso y dos o tres callos en la palma—. Recuerdo cuando estaba blanca y lisa, y cuidabas de mantenerla así. Era preciosa, pero ahora me lo parece mucho más porque en estas marcas leo una historia. Has sacrificado la vanidad.
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