Sombra y hueso de Leigh Bardugo
Levantó la otra mano hasta mi cara y me besó con suavidad, con gentileza, y yo lo dejé a pesar de que todo mi ser se rebelaba. Lo odiaba. Lo temía. Pero seguía sintiendo el extraño tirón de su poder, y no podía detener la hambrienta respuesta de mi propio corazón traicionero.
|