El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín
Todo se las permite, menos la sinceridad. Con tal de que no digan lo que sienten, con tal de que finjan aborrecer lo que más desean, con tal de que se presten a pronunciar, cuando se lo mandan, un sí perjuro, sacrílego, origen de tantos escándalos, ya están bien criadas, y se llama excelente educación a la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo.
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