Flores en la tormenta de Laura Kinsale
A Christian se le escapó una ligera risita. —Patas arriba. Pones mi mundo… patas arriba, Maddy. Ella agachó la cabeza y volvió a entrelazar los dedos con los de él. —Y tú el mío. Eso es lo que me da miedo. Que, con tus besos, me conviertas en una mujer libertina. Y celosa, y temerosa de que no los guardes todos para mí. Christian contempló sus mejillas rosáceas y cómo se mordía el labio inferior y se dio cuenta de que hablaba en serio. Se inclinó hacia delante y acercó sus labios a los de ella. |