Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) Mi mente se había dividido en dos, la profesional que atendía su trabajo y la mujer que temblaba por culpa de un beso. Un beso que había removido algo en mi interior que quería mantener enterrado: la mujer que sentía, vivía y podía amar. Porque amar a un hombre como Knox Wescott era un maldito error que podía costarme muy caro.
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