Mientras sonríes de Laia Sinclair
La oficina del sheriff estaba en la misma plaza, al otro lado del ayuntamiento. Me quedé parado unos segundos ante la puerta, preguntándome qué demonios estaba haciendo allí, si lo más probable era que Nita me tirara la cesta y mis buenas intenciones por la cabeza. —El mundo es de los valientes —me animé a mí mismo, y casi me eché a reír al ser consciente de la estampa que estaba ofreciendo: yo, Knox Wescott, el mujeriego irredento de Cascade (honor que siempre he compartido con mi hermano), acojonado por la mujer que estaba al otro lado de aquella puerta. |