La Novia Equivocada de Kelly Dreams
Lo recorrió de la cabeza a los pies mientras le daba la espalda, maravillándose del magnífico espécimen que, incluso estando completamente mojado, conseguía que se le acelerase el pulso. El vikingo era una hombre cuya sola presencia llenaba el ambiente, no sabía si se debía a su envergadura, a su altura o a ese aire de «yo ordeno y tú obedeces» que parecía emanar de cara poro de su piel.
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