Costras: España hurga en sus heridas de Katarzyna Kobylarczyk
Cuando el camión se fue, Leopoldo se atrevió a salir de su escondrijo. Intentó volver a su pueblo, pero estaba oscuro y no conocía la zona. Se equivocó de camino, pasó dos veces por el río, toda la noche estuvo dando vueltas en círculo. Al amanecer volvió a llegar al lugar de la ejecución. Vio que había trece cuerpos, alguien tenía que haberse llevado uno a escondidas para enterrarlo, tal vez su familia. Finalmente, cuando se hizo de día consiguió encontrar el camino hacia su pueblo. Se escondió en casa de un vecino. Vivió allí escondido seis meses más, después lo delató otro vecino y la Guardia Civil lo fusiló sin más dilación. Pero antes de que eso pasara, habló. Habló mientras estuvo vivo. Dijo lo que había visto. Dónde. A quién. Quién.
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