La reina de hierro de Julie Kagawa
—Conozco el camino —dije en voz baja. Di unos pasos adelante, adentrándome en la madriguera—. Y si encontramos a los urracas, nos ayudarán —al volverme vi que me miraban los tres con indecisión. Suspiré —. Sé lo que hago, chicos. Confiad en mí, ¿de acuerdo? Ash y Puck se miraron un momento; luego, Ash se apartó de la pared y se puso a mi lado. —Ve delante —dijo señalando hacia la oscuridad—. Iremos justo detrás de ti. —Que conste —dijo Grimalkin cuando echamos a andar en fila india por la oscuridad— que no me parece buena idea. Pero como ya nadie hace caso al gato, tendré que esperar a que nos hayamos perdido por completo para decir “os lo dije”. |