Inventario de algunas cosas perdidas de Judith Schalansky
Sabemos que las palabras, como los signos, cambian de significado. Durante mucho tiempo, los puntos sucesivos al final de un renglón se han utilizado para señalar lo perdido y lo desconocido, lo que no se decía o lo que no se podía decir, lo que se había dejado de lado o se había omitido, incluso lo que se dejaba abierto. De este modo, estos tres puntos se han convertido en un signo que invita a deducir aquello que se sugiere, a imaginar aquello que falta, un símbolo que representa lo que no se puede decir, aquello sobre lo que callamos celosamente, lo repugnante y lo obsceno, lo reprobable, lo quimérico y, a veces, la propia realidad tal cual es, por más que queramos cerrar los ojos ante ella.
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