El sabor de las penas de Jude Morgan
—¿Qué haces? —gimió Charlotte, sujetándola. Emily se lamió los nudillos. —Darme una razón para esto —dijo mientras las lágrimas, tan infrecuentes en ella, le bañaban la cara—. Es que… cuando te das cuenta de lo que le pides a la vida, que es poco, tan poco: una habitación tranquila, una pluma; tener cerca al puñado de personas que quieres; una puerta abierta para salir por ella; mirar el cielo; y ya está, nada más; y el hecho de que esto es pedir demasiado de este mundo. Eso te hace comprender que el mundo se valora muy alto, y qué hueca suena tanta fanfarria… qué hueca… |