El sabor de las penas de Jude Morgan
(…) Siendo seis, no hay nadie que esté en el medio porque… —frunció el ceño, garabateando—… porque es una cuestión aritmética. Charlotte fijó la mirada en el papel dubitativamente. —Pero yo me siento en medio. —Bueno, por qué no —convino Branwell. Entre ellos, los sentimientos siempre se daban por buenos. Al estar en el centro, podrías mirar en ambas direcciones. Detrás de ti veías a los más pequeños recorriendo un camino porque el que ya habías pasado: se les caían los dientes, tenían rabietas. Eso te infundía seguridad. Y delante de ti, Maria y Elizabeth iban trazando el camino, explorando el territorio, retirando obstáculos, y eso era la seguridad. Aunque no fueran adultas, su magnífica categoría era igual de deslumbrante para Charlotte. |