Lágrimas de ángel de Juani Hernández
-¡Claro que no! -lo encaró-. Lo he comprado con lo que me pagas trabajando en el taller. ¡Y yo con mi dinero hago lo que me sale de las narices! -remató, y como resultado a su envalentonamiento, su padre le rompió la cara de un guantazo y aplastó el teclado entre el suelo y su bota de mecánico. Luego se largó dando un portazo.
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