1980 de Juan Vilá
Lo que quiero decir es que esa infancia no fue terrible, pero sí triste, tristísima, y, al menos para el menor de los hermanos, estuvo marcada por una soledad absoluta, tanto en casa con el primer padre muerto, la madre ausente y la abuela gritona, como en el colegio, donde todo resultaba extraño y lejano [...]. Hasta que de repente obró el milagro y el burguesito catalán apareció en nuestras vidas [...] con su presencia real e integradora [...].
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