Platero y yo de Juan Ramón Jiménez
Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes, fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara... El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada...No podía...Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su médico. El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo. -Nada bueno ¿Eh? No sé qué contestó...Que el infeliz se iba...Nada...Que un dolor...Que no sé qué raíz mala...La tierra, entre la yerba...A mediodía, Platero estaba muerto. |