![]() |
Lucía en la noche de Juan Manuel de Prada
Porque cuando conocí a Lucía yo era, en efecto, un fracasado, que es el nombre que merecen quienes traicionan su vocación. Había triunfado apoteósicamente allá en la juventud, con unos libros fulgurantes de metáforas, arrebatados de irreverencias y osadías verbales, que me procuraron fama instantánea y me encumbraron hasta la cima del éxito. Pero, una vez alcanzada esa cima que tantos colegas ambicionan en vano, descubrí que allí no había nada que me interesase; descubrí que el éxito, que había imaginado como un vergel paradisíaco, era en realidad un páramo merodeado por faunas carroñeras en el que no deseaba quedarme ni un minuto. Mientras había luchado por alcanzar el éxito, había escrito con el entusiasmo y el temblor de quien arroja una moneda al aire, ignorando si saldrá cara o cruz. Pero, tras alcanzarlo y probar su sabor, empecé a renegar de mi oficio, al principio de modo tibio o displicente, luego con una suerte de hastío, hasta llegar al aborrecimiento y a la franca repugnancia. La escritura, que había sido mi pasión más abnegada, se convirtió así en una insoportable condena.
|