Lucía en la noche de Juan Manuel de Prada
En realidad, nunca superamos nada de lo que nos sucede -dije, antes de ensimismarme, como si fuese presa de un hechizo-: Cuando nos operan de apendicitis no nos convertimos en alguien distinto porque nos hayan extirpado el apéndice. Nos convertimos en alguien distinto porque nos dejan en la barriga una cicatriz que nos recordará siempre que no tenemos apéndice. Una cicatriz que nunca se borra.
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