Montañeros, una especie en extinción de José de la Rosa
(…) Todo iba bien. Porque su corazón latía con más fuerza que nunca bajo el bálsamo de aquel aire puro, sus ojos miraban con más viveza de la que habían mirado desde hacía demasiado tiempo, y su cabeza estaba en paz. Ajena a las preocupaciones diarias que de pronto se habían convertido en algo lejano, insignificante.
|