La nariz de Charles Darwin y otras historias de la Neurociencia de José Ramón Alonso Peña
Allí, Whitman empezó a oír a algunos soldados que continua-ban ban «sintiendo» el brazo o pierna que habían perdido, a menudo con un dolor que no se extinguía. Los pacientes decían que era como vivir con fantasmas, que su propia carne herida había vuelto de la muerte para perseguirles y acosarles, para reclamarles les por el daño causado.
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