Vamos a calentar el sol de José Mauro de Vasconcelos
Nadie podía pelear con Dios: ni siquiera Tarzán con todos los elefantes de África. Dios era algo demasiado enorme y que llevaba siempre la mejor parte. Además, había hecho muy bonita la vida, con los árboles, el cielo azul, con el mar inacabable y que vivía balanceándose en la red de las olas. Mi corazón se angustió. «No hablaba en serio, ¿eh, Dios? Vivir sin ti en el corazón debe de ser muy duro». |