La tumba de Dios: de José María Herrera
[…] no se detuvo ante la puerta del pecado. La abrió sin dudarlo porque era la puerta que separaba la existencia gris que le había reservado el destino de la que soñaba al cerrar los ojos.
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La tumba de Dios: de José María Herrera
[…] no se detuvo ante la puerta del pecado. La abrió sin dudarlo porque era la puerta que separaba la existencia gris que le había reservado el destino de la que soñaba al cerrar los ojos.
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