Caen estrellas fugaces de José Gil Romero
Allá donde es de noche, la gente se ha refugiado en sus casas para no enfrentarse al latido de un cielo rojo que ha ocultado la luna. Creyentes de todo el orbe acuden inquietos a las iglesias, sinagogas y mezquitas, convencidos de que aquello es una terrible señal. Rezan porque las estrellas parecen estar descolgándose en el cielo y cayendo a plomo. [...] Todavía humea el suelo del patio de la cárcel, allí donde acaba de caer el rayo. Entre la humareda aciertan a ver algo. Es un cuerpo desvanecido. |