Caen estrellas fugaces de José Gil Romero
El mal ejerce su verdadero poder en sujetos mezquinos, preocupados por conseguir algo banal: un ascenso, una membresía en el casino, un carguito sin importancia. Estos son su mejor arma, hombres pequeños que cumplen órdenes sin plantearse pregunta alguna. Así se construyen los grandes horrores.
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