Ninguna mujer llorará por mí de José Antonio Gurpegui
Nunca conociste la identidad de tu padre y habías soñado con escuchar esa última frase desde antes de tener uso de razón. Recuerdas un día que estabas jugando con una muñeca y preguntaste por tu padre y amatxu —nunca fue mamá ni madre— te dijo simplemente que se había marchado muy lejos; volviste a preguntar con la candidez propia de tus cuatro años: “¿por qué se ha marchado mi papá, es que no me quiere?”. No respondió. Comprendiste que aquel asunto era un tema delicado cuando en tu decimocuarto cumpleaños pediste como regalo, inocente, conocer quién era tu padre; amatxu se desquició y, desolada, con los ojos acuosos, abandonó la casa y no volviste a verla hasta el día siguiente.
|