Dos días de mayo de Jordi Sierra i Fabra
Dominó la emoción. Tragó la bola de su garganta y fue a su encuentro. La vio caminar por el pasillo, guapa, preciosa, juvenil, con aquella sonrisa única que parecía iluminar el mundo, con su cuerpo flexible y lleno de vida, radiante, los brazos abiertos para recibirle, el talante ansioso.
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