El proscrito de Jon Courtenay Grimwood
—Tycho, ¿qué ocurre? Soy yo luchando conmigo mismo. Era un Caído. Era un ser humano. Aquí dentro quedaba alguien, estaba herido, pero aún con vida. Tenía que ser la sangre del herido la que le había producido ese efecto. Podía ver el cadáver del mayordomo oculto tras un arcón. Debajo de un banco, sobre el frío suelo de mármol y en un charco de su propia sangre, yacía la sirvienta degollada. Los criados de Giulietta. |