El último telesilla de John Irving
Me convertí en padre a los cuarenta y nueve años, una edad avanzada para un padre primerizo. Nunca había experimentado un miedo semejante. Como enseguida aprenden los padres primerizos, amar a un hijo significa convivir con el miedo a perderlo. Cuando nació Matthew, mi miedo por él se transmitió a mis personajes de ficción, pero el pavor de perder a un hijo no se elimina escribiendo sobre ello. Escribir como catarsis no funciona; es mala terapia y mala escritura. Nada acalla el miedo a perder un hijo; por eso las pesadillas son recurrentes. No eliges tus pesadillas, ellas te eligen a ti.
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