Y llovieron pájaros de Jocelyne Saucier
Llegó a quererlos más de lo que habría imaginado. Le gustaban sus voces ajadas, sus rostros devastados; le gustaban sus gestos lentos, sus dudas ante una palabra que se les escapaba, ante un recuerdo que se les negaba; le gustaba verlos abandonarse a la deriva de las corrientes de su pensamiento y quedarse dormidos, después, en medio de una frase. La edad madura le parecía el último refugio de la libertad, allí donde se deshacen las ataduras y se permite que la mente vaya a donde quiera.
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