Y llovieron pájaros

Todo el mundo debería poder decidir cómo vivir sus últimos días de vida. Está bien, admitamos que casi nadie tiene la capacidad de seguir ese plan o el coraje para hacerlo. Pero pensemos en esa otra gente, esas personas que, con determinación, deciden hacerlo, lo que, por ejemplo, podría llevarles a vivir aislados en medio de un bosque helado. Personas como las que conoceréis en Y llovieron pájaros, la novela de Jocelyne Saucier de la que hoy hablaremos.
La vida de Tom y Charlie, dos ancianos que han decidido por voluntad propia vivir solos en medio de un bosque canadiense, cambia por completo el día en el que una fotógrafa acude a su campamento para saber de Ted Boychuck, uno de los últimos supervivientes de los Grandes Incendios que asolaron el país a principios del siglo XX. Como pronto sabremos, la fotógrafa llega tarde, pues Boychuck ha muerto y ha sido enterrado recientemente. Sin embargo, nuestra curiosa mujer podrá conocer a los otros dos ancianos, dos hombres de personalidades muy distintas que dejaron atrás sus vidas en sociedad para vivir en paz sus últimos años de vida. Cuando, más tarde, también aparezca la anciana Marie-Desneige en el campamento, los dos hombres no solo comprenderán que su soledad ha terminado, sino que tal vez volver a vivir con más personas no esté tan mal. Pero, ¿y qué fue de Boychuck? ¿Podrá la fotógrafa averiguar algo de él a través de los cuadros que dejó en su cabaña y en su almacén? ¿Qué misterios escondía aquel atormentado ser?
Hay sucesos históricos a los que se les presta más atención en documentales, películas y novelas; mientras que otros, a los que viéndolos de cerca podría considerarse igual de significativos, apenas se les dedica unas líneas de tarde en tarde. Puede que los Grandes Incendios de Canadá estén en esta última categoría, hechos de los que he tenido noticia gracias a Y llovieron pájaros. Aunque esta es una obra de ficción, podemos llegar a conocer la magnitud de la tragedia gracias a la investigación de la fotógrafa (nunca llegamos a conocer su verdadero nombre en la narración) a lo largo de estas páginas. Una tragedia que destruyó ciudades enteras, mató a cientos de personas y dejó huérfanos aquí y allá, y de la que Boychuck salió con vida pero con ciertos traumas que intentaría volcar en su pintura, como también descubriremos.
La historia nos muestra a dos ancianos, Tom y Charlie, compañeros y amigos de Boychuck, que ven cómo la llegada de la fotógrafa y de la anciana tía de uno de los hombres con los que hacen negocios (hasta los ermitaños necesitan conseguir dinero en este mundo) hace que su vida cambie para mejor.
La fotógrafa es una mujer obstinada que no parará hasta conseguir averiguar quién fue en realidad Ted Boychuck, el hombre atormentado que no dejaba de pintar su dolor. Por su parte, la rebautizada como Marie-Desneige, es una mujer que, por culpa de los prejuicios de una época y de su propia familia, acabaría ingresada en un psiquiátrico casi toda su vida. Será su sobrino, Bruno, el que se dé cuenta de que la mujer merece una vida mejor y la lleve al campamento.
Y llovieron pájaros es, en definitiva, una obra original muy a tener en cuenta que destaca por su forma de ser narrada (en ella nos encontramos diversos narradores y distintas distancias tomadas a la hora de contar los hechos); por los maravillosos personajes que en ella encontraremos, tan llenos de matices; y por los temas centrales de la historia: los Grandes Incendios de Canadá, la manera en que cada cual tiene de intentar lidiar con sus demonios interiores y el derecho de cada ser humano de decidir su propio destino. Dicho esto, ¿a qué esperas para adentrarte en el bosque con la fotógrafa y descubrir lo que de verdad se esconde en el campamento de los ancianos?

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Tres ancianos, cercanos al siglo de vida y cada uno por sus razones, deciden marcharse del mundo y recluirse en los bosques del norte de Canadá para vivir sus últimos años. A esa “comunidad” de tres irán sumándose personajes que aportarán cosas nuevas a la convivencia y también a las vivencias propias y de los demás.

Son ante todo personas libres, personas que tienen claro que quieren vivir a su manera sin que nadie les diga cómo o qué. Personas que son tan libres que incluso quieren serlo a la hora de morir “ser libre de vivir o morir, no hay nada mejor para elegir la vida”.

Teniendo en cuenta las edades de la mayoría de los protagonistas, la muerte es un tema recurrente a lo largo de toda la novela; pero la muerte no como un drama, sino como parte inherente de la vida, como una más de las fases, como la única cosa segura de todo lo que nos va a pasar en la vida.

También el amor recorre estas páginas, porque ¿acaso no es el amor otra de las cosas seguras en nuestra existencia? El amor a nosotros mismos, a los demás, a la naturaleza, a la libertad, a la vida…

¿Cuántas novelas habéis leído cuyos protagonistas sean ancianos? Y si habéis encontrado alguna en vuestra memoria ¿Cuántos de esos ancianos no estaban encasillados en sus papeles de “abuelitos dulces” o “demenciados desahuciados”? ¿Seres asexuales completamente o “viejos verdes” que más parecen adolescentes hiperhormonados? Quizá esa ha sido otra de las razones por las que me ha gustado tanto esta historia. He trabajado durante años con adultos mayores y siento debilidad por ellos; encontrar en estas páginas a ancianos fuertes, decididos, irreverentes, con las ideas claras y dispuestos a llegar a donde sea sin rendirse con la escusa de “para lo que me queda” me ha parecido maravilloso, porque se acerca mucho más a la realidad que conozco que la mayoría de los libros, películas o series que nos han vendido hasta ahora.

Los bosques canadienses, sus animales, sus estaciones, los grandes incendios que sufrió el país a principio del S. XX, los atardeceres y amaneceres... todo es muy visual y forma parte del elenco de esta novela. Unas descripciones fabulosas que te trasladan a esos lugares y momentos.

Hay una especie de "voz en off" entre los capítulos que me ha parecido, a parte de muy novedoso, todo un acierto, porque además de hacer la lectura mucho más cernana, nos proporciona una serie de datos que habrían quedado fuera de lugar en cualquier otro formato o lugar del texto (valga la redundancia).

No os voy a decir que sea un novelón ni que vaya a ser de las mejores lecturas de mi vida, no lo es a pesar de tener una narración preciosa y ser de lo más tierno que he leído últimamente. Y es precisamente esa ternura, esa naturalidad, esa ficción que a veces nos va a parecer increíble y otras totalmente posible, lo que hacen de esta novela un libro muy muy especial que merece, sin duda, ser leído y disfrutado.

Por cierto, he investigado y hay película canadiense de 2019 de este libro y tenía el estreno previsto para marzo del año pasado. La nueva fecha, si todo va bien, es el 5 de marzo de este 2021. Me muero por verla y comprobar si han sabido respetar y transmitir la esencia del libro.

“Y llovieron pájaros” ha sido una lectura muy especial. Como un eco que se resiste a desaparecer, esta novela de Editorial Minúscula, de apariencia sencilla, va a acompañarme durante mucho tiempo.

Tom, Charlie y Boychuck son tres ancianos que deciden vivir en la profundidad del bosque, en Canadá. Un día, una fotógrafa llega en busca de Boychuck, que resulta ser uno de los últimos supervivientes de los Grandes Incendios. Sin embargo, Boychuck ha muerto y la fotógrafa habrá hecho el viaje en vano. O puede que no. Quizá encuentre mucho más de lo que imaginaba en un principio.

Esta novela conquista ya desde su primera página, donde conocemos a gran parte de los personajes e intuimos hacia donde nos va a llevar la historia. Los tres hombres buscan una vida de aparente retiro, o tal vez una huida. Son hombres a los que la vida ha tratado de forma distinta, con sus luces y sus sombras. Con sus silencios, motivados por los secretos que encierran, para evitar que las duras palabras manifiesten toda la aflicción que llevan dentro. Eligen el aislamiento del bosque como un nuevo comienzo, una oportunidad que la vida les brinda, pero también un lugar en el que esperar la muerte al amparo de la discreta soledad de la naturaleza.

Me ha maravillado la escritura de Jocelyne Saucier. Sus hermosas descripciones, sin extenderse demasiado, solo lo suficiente para captar la belleza del entorno. La ternura, pues rápidamente le cogemos cariño a los personajes, como la inolvidable Marie-Desneige, que llegará para revolucionar la vida de estos ancianos. Es una escritura delicada como una pluma pero de gran carga emocional.

Es magnífico cómo trata la vejez, poniendo de manifiesto eso de «nunca es tarde» de una forma tan arrolladora. Pues los protagonistas, en una etapa que consideran muy próxima a la muerte, reviven sentimientos que creían olvidados. La amistad y el amor son tan bienvenidos aquí, entran en ellos con tal luminosidad que, como lectora, me siento profundamente emocionada.

En la novela se van alternando diferentes narradores. Por un lado, el narrador omnisciente, que nos da una visión general de cómo se relacionan los personajes y nos va dejando algunas pistas sobre lo que está por llegar, como ya se adivina en el comienzo: «¿Y el amor? Bueno, para el amor habrá que esperar». Por otro lado, tenemos a los diferentes personajes que nos cuentan la historia desde su punto de vista. Esta diversidad de ángulos enriquece la historia. Es un caleidoscopio de miradas que nos tiende la mano y, de pronto, allí estamos, en ese pequeño conjunto de existencias.

No os perdáis esta novela tan bellamente escrita, tan conmovedora.

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Es un placer cuando llegas a una lectura teniendo solo como referencia una historia a priori interesante pero desconociendo por completo a su autora.
'Y llovieron pájaros' es la historia de tres hombres, en la última etapa de su vida que deciden vivirla y morirla en libertad, alejados de cualquier norma o imposición establecida por la sociedad. Para ello se retiran a los bosques del norte de Canadá y formalizan un pacto suicida que les ahorre cualquier sufrimiento en el supuesto caso de no valerse por sí mismos. Pero su tranquilidad se verá alterada de alguna forma con la inesperada llegada de una fotógrafa que ha conseguido dar con ellos. El motivo de su visita es la búsqueda de uno de los últimos supervivientes de los Grandes Incendios que arrasaron el paisaje canadiense a principios del siglo XX, Boychuck. A partir de entonces todo va a cambiar, y todavía lo hará más con otra llegada: la de una mujer de ochenta años, Marie-Desneige. Será gracias a ella que poco a poco irán descifrando y comprendiendo la historia de Boychuck y se abrirán una serie de acontecimientos inesperados.

Llegué a esta novela principalmente atraído por la curiosidad de una historia de personas en la etapa final de su vida, un tema demasiado olvidado en la literatura. Lo que me he encontrado ha colmado mis expectativas. La autora con muy buen criterio, sabe mostrarnos que la vejez puede ser una edad tan válida como cualquier otra para explicarnos una historia. Que nuestros prejuicios son la mayoría de veces infundados. Además, sabe construir una historia de amor de octogenarios y tocarnos la fibra sensible mediante un despliegue de ternura, de sentimientos, y del descubrimiento de los vínculos afectivos. Una maravillosa lectura.

La naturaleza es el telón de fondo de esta hermosa y poética novela que gira en torno a unos personajes de edad avanzada, Ted, Charlie y Ed, que deciden huir del mundo para refugiarse en la extensa floresta canadiense, al abrigo de unas sencillas cabañas de troncos, para vivir como ermitaños. Las razones de cada uno de ellos son diversas, pero coinciden en la idea de libertad, la libertad de elegir cómo vivir y cómo morir. Ni siquiera la llegada de una fotógrafa de mediana edad, ni la llegada de Marie Desneige, una anciana octogenaria que arrastra consigo una trágica historia, les hará desistir de su idea de libertad y vivirán su vejez como una nueva oportunidad de amar, adentrándose en terrenos desconocidos, para experimentar nuevas formas de felicidad.
La transgresión y el arte, en especial la fotografía y la pintura, juegan un papel muy importante en la trama y en el desarrollo de los personajes de esta novela, merecedora del Premio de los Cinco Continentes de Francofonía. Una novela que es un auténtico cántico a la vejez, entendida como un privilegio y no como algo triste y demoledor, un tiempo para aprovechar la vida, una vida en la que ante todo debe regir la libertad para acabar con ella ante determinadas circunstancias.
Durante una entrevista, la autora canadiense, Jocelyn Saucier, afirmó que escribe sobre la vejez porque quiere saber como será la suya propia y aborda el controvertido tema del derecho a decidir, la eutanasia, como una extensión de la libertad, una libertad que la civilización, la cultura y la educación han adulterado, subvertido y que solo puede ser entendida, redimida, a través de la “huida” o el reencuentro con la naturaleza.