Si no hay un mañana de Jennifer L. Armentrout
—¿Estoy delirando? —preguntó con voz ronca. Me estremecí. —Sí. Levantó la mano, y yo contuve la respiración cuando sostuvo el mechón que tenía sobre el rostro y con cuidado, muy lentamente, me lo apartó de la cara. Dejó la mano enroscada alrededor de mi nuca. Pasaron unos segundos, solo unos pocos latidos, y él emitió un sonido que nunca antes le había escuchado. Era áspero, bajo y parecía provenir de lo más profundo de su ser. Me moví sin pensar, bajé la cabeza, la boca… Y besé a Sebastian. |