El retorno de Jennifer L. Armentrout
La persona que menos me gustaba del mundo mortal, el Olimpo y el Tártaro, sonrió mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. Inclinó su engreída, presuntuosa, lamentable y generalmente inútil cabeza hacia atrás y me miró con unos ojos blanco puro, sin pupilas ni irises. Chungo que te cagas. —Sentí una perturbación en la fuerza —dijo. Entrecerré los ojos mientras suspiraba exasperado. —¿En serio? ¿Una cita de Star Wars? Apolo, el dios del sol y otras no sé cuántas cosas molestamente importantes, que hacían que matarlo fuera virtualmente imposible a menos que uno quisiera acabar con el mundo, se encogió de hombros. —Tal vez. |