El día que se perdió la cordura de Javier Castillo
Mientras ando, escucho gritos de mujeres y noto cómo la gente a lo lejos no para de observar me. A decir verdad, me parece normal que me miren y griten, al fin y al cabo, estoy desnudo, cubierto de sangre y llevo una cabeza entre mis manos
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