Orgullo y prejuicio de Jane Austen —Te juro por mi honor que no he conocido en toda mi vida a tantas muchachas agradables; y varias de una belleza fuera de lo corriente. —Tú estás bailando con la única joven bien parecida que hay en el baile —dijo el señor Darcy mirando a la mayor de las Bennet. —¡Ah! ¡Es la criatura más hermosa que he visto nunca! Pero, exactamente detrás de ti, está sentada una de sus hermanas, que es muy bonita y me atrevo a decir que muy simpática. Déjame que le diga a mi pareja que os presente. —¿A quién te refieres? —Volviéndose, el señor Darcy contempló por un momento a Elizabeth, hasta que, al tropezarse con su mirada, apartó la vista y dijo con frialdad—: No me parece mal, pero no es lo bastante guapa para tentarme; y ahora no estoy de humor para interesarme por jovencitas que otros hombres pasan por alto. Será mejor que vuelvas a con tu pareja y disfrutes de sus sonrisas, porque estás perdiendo el tiempo conmigo. |