Emma de Jane Austen
Su declaración y su propuesta de matrimonio no le habían servido de nada. Emma no creía en su afecto, y sus infundadas esperanzas la insultaban. El señor Elton quería casarse bien y, después de tener la arrogancia de poner los ojos en ella, fingían estar enamorad. A Emma no le cabía la menor duda de que su desengaño no le haría perder el sueño. Faltaba afecto sincero tanto en sus modales como en sus palabras. Había prodigado suspiros y frases acarameladas, pero era difícil reunir un conjunto de expresiones o utilizar un tono de voz menos ligados con el verdadero amor. No necesitaba apiadarse de él, porque sólo buscaba mejorar su posición social y enriquecerse; y si la señorita Woodhouse de Hartfield, heredera de treinta mil libras, no era tan fácil de conseguir como había imaginado, el señor Elton pronto volvería a intentarlo con otra que dispusiera de veinte o de diez.
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